Complots y Misterios
Complots y Misterios
En estas fotos, tomadas en los primeros instantes, se observa que tras el “choque” no existen restos del supuesto avión
El avión que no se estrelló
¿Cuántos aviones cayeron realmente en la jornada del 11 de septiembre ?. Dos se estrellaron contra el World Trade Center, otro cayó en Pennsylvania, precipitado a tierra por los pasajeros que intentaron desviarlo del destino elegido por los terroristas –la Casa Blanca o el Capitolio, según las versiones–, y un cuarto se estrelló contra una de las alas del Pentágono.
El periodista francés Thierry Meyssan, director de la red contestataria Voltaire, asegura que la tesis del cuarto y último avión que terminó su ruta en el Pentágono es “una total fantasía”, que ese vuelo jamás existió.
“El aparato se desintegró con el choque”, escribió el diario Washington Post, afirmación a la cual el libro La espantosa impostura responde: ridículo y falso porque un avión de ese peso y tamaño, un Boeing 757-200, nunca se hubiese podido estrellar contra la fachada sin que las alas del Boeing se encastrasen en los costados. Lejos de limitarse a las pruebas verbales, el autor se sirve de las escasas fotos de la catástrofe suministradas por el Pentágono mismo para señalar la contradicción.
Observando en detalle esas imágenes, lo primero que salta
a la vista es la ausencia de piezas del avión en el lugar del impacto.
Lo segundo, más obvio, es que, efectivamente, si el Boeing
cayó realmente en ese lugar, ¿cómo es posible que sus alas
no hayan tocado las estructuras laterales del edificio?
La tercera obviedad es que fuera de la caja negra y de un faro,
ninguna otra pieza del aparato fue hallada
en las inmediaciones del impacto.
Además, sólo el primer lado del edificio resultó dañado
como si, dice Meyssan, únicamente la nariz del Boeing
se hubiese estrellado,lo que explicaría la escasez
de daños provocados.
La hipótesis de Thierry Meyssan consiste en poner
en tela de juicio y punto por punto la existencia del cuarto avión.
Las contradicciones y ausencias son numerosas y Meyssan señala
con justa razón que “mientras los documentos y los testimonios
sobre el ataque de los dos Boeing contra el World Trade Center
son variados y permiten tener una comprensión indiscutible
de los acontecimientos, eso no ocurre con el Pentágono.
Ningún canal de televisión ni fotógrafo
independiente fue autorizado a filmar la escena luego del ataque”.
Entre las numerosas pruebas presentadas, el testimonio “oficial”
de Ed Plaugher, capitán de bomberos, es elocuente.
Durante una conferencia de prensa dada el 12 de septiembre por Plaugher en presencia de la vocera del Pentágono Victoria Clarke, el capitán declaró: “En cuanto al aparato, desde el interior vimos algunos fragmentos, pero no eran voluminosos. En otros términos, no hay restos del fuselaje ni nada que se le parezca”
¿Qué fue entonces lo que “cayó” sobre el Pentágono?
¿Un avión más pequeño, un misil?
Absolutamente nada. Para Meyssan, “las autoridades
norteamericanas trataron de hacer creer
que la destrucción de una de las alas
del Pentágono fue provocada
por un Boeing. Esa mentira sirvió para esconder
que el atentado fue perpetrado por personas autorizadas
a circular dentro del recinto
del Pentágono y que su objetivo no era
el Departamento de la Defensa
sino el nuevo Centro de comando de la Navy”.
Aunque en ciertos momentos la obra de Meyssan resulte como
una novela de política ficción, la cantidad de documentos
que la componen –todos oficiales–
y, en lo que atañe al Pentágono,
la evidencia de las falencias son tan contundentes
que es imposible no hacerse las mismas preguntas
que el autor: ¿Dónde están las alas del avión? ¿Y los restos?
¿Por qué hubo tan pocos
daños en el edificio? ¿Por qué los testigos oculares
del ataque ocupan
todos funciones oficiales? Las “extrañeces” rescatadas
por Meyssan
no se limitan únicamente al Pentágono.
El periodista francés amplía en su libro varias informaciones
ya aparecidas
en la prensa francesa a propósito de Bin Laden.
Según Meyssan,
la gigantesca búsqueda de Bin Laden es también
una puesta en escena espectacular, tanto como la –ya de por sí
ridícula– supuesta fuga
del líder de los talibanes, el molá Omar, quien se escapó en moto
a través de las montañas de Afganistán.
En La espantosa impostura el autor afirma que
el 10 de septiembre del 2001 Bin Laden estaba internado
en un hospital paquistaní y que,
ese mismo día, recibió la visita del jefe local de la CIA.
Eduardo Febbro
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