Ars Secreta - Laboratorio del alquimista -
LA ENTRADA ABIERTA AL PALACIO CERRADO DEL REY IRENEO FILALETEO
Habiendo alcanzado yo, Filaleteo Filósofo Anónimo, los arcanos de la Medicina, de la Química y de la Física, he decidido componer este pequeño tratado en el año 1.645 de la redención del mundo y el trigésimo tercero de mi edad, a fin de pagar lo que debo a los hijos del arte y para tender la mano a aquellos que se han extraviado en el laberinto del error, para que los Adeptos me vean como su par y su hermano; en cuanto a aquellos que han sido seducidos por los vanos discursos de los Sofistas, reconozcan y sigan la luz, gracias a la cual regresarán sin peligro. Presagio, en verdad, que no pocos serán alumbrados por mis trabajos.
Comunidad de la niebla
No son en modo alguno fábulas, sino experiencias reales que he visto, hecho y conocido: el adepto lo inferirá fácilmente leyendo estas páginas, por ello, escribiéndolas para el bien del prójimo, me basta con declarar que nadie ha hablado de este arte tan claramente como yo; ciertamente, mi pluma ha dudado a menudo en escribirlo todo, deseoso que estaba por esconder la verdad bajo la máscara de la envidia. Pero Dios, sólo él conoce los corazones, me obligaba y no he podido resistirle; sólo a él sea la gloria en los siglos. Por lo que concluyo que, indudablemente, muchos en esta última edad del mundo tendrán la dicha de poseer este secreto; pues he escrito lealmente, no dejando al estudioso principiante ninguna duda por satisfacer plenamente.
III
Y se ya que muchos, como yo, poseen este secreto, y estoy persuadido de que hay muchos otros más, con los que próximamente entraré, por así decirlo, en una familiar y cotidiana comunicación. Que la santa voluntad de Dios haga lo que le plazca, me reconozco indigno de operar estas cosas tan admirables: sin embargo adoro en ello a la santa voluntad de DIOS, a la que deben estar sometidas todas las criaturas, pues es en función de él solamente que las creó y las mantiene creadas.
Comunidad de la niebla
I. DE LA NECESIDAD DEL MERCURIO DE LOS SABIOS PARA LA OBRA DEL ELIXIR
I
Quienquiera que desee poseer este Toisón de Oro, debe saber que nuestro polvo aurífico, al que llamamos nuestra piedra, es el Oro, sólo que digerido hasta el más alto grado de pureza y de fijación sutil a que pueda ser llevado, tanto por la naturaleza como por la sagacidad del arte. Convertido en esencia, este oro ya no es del vulgo, lo llamamos nuestro oro; es el grado supremo de perfección de la naturaleza y del arte. Podría, a este respecto, citar a todos los Filósofos, pero no tengo necesidad de testigos, pues yo mismo soy un Adepto y escribo con más claridad que ninguno hasta ahora. Que me crea aquél que quiera, que me desapruebe aquél que pueda, que se me censure incluso, si alguien lo desea: sólo se irá a parar a una profunda ignorancia. Los espíritus demasiado sutiles, declaro, sueñan quimeras, pero el diligente hallará la verdad siguiendo la vía simple de la naturaleza.
II
El oro es pues el único y verdadero principio a partir del cual puede producirse oro. Sin embargo, nuestro oro, que es necesario para nuestra obra, es de dos clases. Uno, fijo, llevado a la madurez, es el Latón rojo, cuyo corazón o centro es un fuego puro. Por ello su cuerpo se defiende en el fuego, en el que recibe su purificación, sin ceder nada a la violencia de aquél o sin sufrir por ello. Este oro, en nuestra obra, hace el papel de macho. Se le une nuestro oro blanco, más crudo (que es nuestro segundo oro, más crudo) en cierto modo como simiente femenina, con el que se una y en el que deposita su esperma. Se unen (coit) el uno con el otro en un lazo indisoluble en el que se forma nuestro Hermafrodita, que tiene el poder de ambos sexos. Así el oro corporal está muerto antes de ser unido a su novia, con la que el azufre coagulante, que en el oro es exterior (extraversum) se invierte. Entonces se esconde la grandeza (altitudo) y se manifiesta la profundidad. Así, el fijo se hace volátil por un tiempo a fin de poseer un estado más noble por su herencia, gracias al que obtendrá una fijeza muy poderosa.
III
Así pues, se ve que todo el secreto consiste en el Mercurio, del cual el Filósofo dice: “En el Mercurio se encuentra todo lo que buscan los Sabios”. Respecto a ello, Geber declara: “Alabado sea el Altísimo, que ha creado a nuestro Mercurio y que le ha dado una naturaleza que lo sobrepasa todo”. Ciertamente, en efecto, si éste no existiera, los Alquimistas no podrían glorificarse, Y la obra Alquímica sería vana. Está claro, por consiguiente, que este Mercurio no es el vulgar, sino el de los Sabios. Pues todo Mercurio vulgar es macho, o sea corpóreo, especificado y muerto, mientras que el nuestro es espiritual, femenino, vivo y vivificante.
IV
Prestad pues atención a todo lo que diré del Mercurio, porque, según el Filósofo, “nuestro Mercurio es la sal de los Sabios, sin la que, quienquiera que deseara operar, sería como un arquero que disparase flechas sin cuerda”. Y sin embargo, no se le puede encontrar en ningún lugar sobre la tierra. No obstante, el hijo es formado por nosotros, no creándolo, sino extrayéndolo de las cosas que lo encierran, con la cooperación de la naturaleza, de un modo admirable, por un arte muy sagaz.
http://comunidaddelaniebla.wordpress.com/2008/11/
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