En 1909, discutiendo sobre parapsicología, Freud y Jung perdieron los estribos. Entonces oyeron el ruido de una explosión procedente de la biblioteca de Freud. Ambos enmudecieron de sorpresa. Jung habló primero:
- "Ahí lo tiene. Eso es un ejemplo de los llamados fenómenos catalíticos".
- "¡Oh, vamos -exclamó Freud-, eso es caca de la vaca!"
- "No lo es -replicó Jung-. Se equivoca, Herr Profesor. ¡Y para demostrar mi punto de vista, vaticino que en breve se producirá otra detonación!"
Ambos psicoanalistas guardaron silencio y entonces se oyó una segunda explosión. Freud se quedó tan impresionado que no pudo seguir argumentando.
13.2.96. Hoy he leído en el libro The True Confessions of Aleister Crowley una referencia a un tal "Mortadello" y me ha hecho gracia, pues lo relacioné con el héroe de tebeo ideado por Ibáñez, personaje favorito de mi hijo. Al poco rato, en la radio, oigo que se ha detenido en Francia al etarra Mortadelo.
El ingeniero J.W. Dunne, en 1902, tuvo una pesadilla acerca de una erupción volcánica. La pesadilla consistió en las habituales situaciones de correr, apresurarse, perderse, etc., en su esfuerzo por llegar a tiempo de avisar a la gente amenazada. En la lógica del sueño el aciago suceso no había ocurrido, pero Dunne sabía sin lugar a dudas que ocurriría. El lugar amenazado en su sueño era una isla en la que se hablaba francés y Dunne sabía que morirían 4.000 personas. Dos días después de la pesadilla un volcán en la Martinica francesa entró en erupción, una ciudad fue sepultada y 40.000 personas murieron.
Pero lo extraño de esta historia es que posee dos secuelas. En 1972, el Dr. Robert Harvie, psicólogo de la Universidad de Londres, leía en voz alta a un amigo el relato de este episodio cuando una lámpara de la sala de Harvie cayó al suelo estrepitosamente. Y en 1973, una tal Margaret Green informó que mientras leía el mismo pasaje acerca de Jung y Freud en un tren, la ventana estalló repentinamente con un estruendo semejante al de una bomba.
Noche del 17.04.97. Al acostarme, tomo uno de los varios libros que descansan sobre la mesilla de noche. Se trata de El dardo en la palabra, de Fernando Lázaro Carreter. Leo en la página 114 una anécdota referida por Ortega y Gasset sobre Pío Baroja en la que el novelista vasco manifestó que no hay peor cosa que ponerse a pensar en cómo se deben decir las cosas, porque acababa uno de perder la cabeza. Él había escrito: "Aviraneta bajó de zapatillas", pero al preguntarse si estaba bien o mal dicho, ya no sabía si debía decirse "Aviraneta bajó de zapatillas, bajó con zapatillas o bajó a zapatillas". Leído el "dardo", dejé el libro de Lázaro Carreter y tomé otro, esta vez. Las máscaras del héroe, de Juan Manuel de Pradas y a los pocos párrafos llego a este pasaje: "En esto estaba en los talleres Pío Baroja, en alpargatas, de alpargatas, con alpargatas, muy envuelto..." (los subrayados son míos, y sólo míos). ¿No resulta en extremo curioso que lo que acababa de leer como anécdota en un libro lo parodie a continuación otro libro dentro de su narración, libros sólo unidos entre sí (imagino) por descansar en mi mesilla?
Cuanto más frecuentemente utilizamos la palabra "coincidencia" para explicar acontecimientos extraños significa que no buscamos, sino que evitamos encontrar la explicación real. (R.A. Wilson)
Primero de abril de 1949. Jung llevaba unos días ocupado en una investigación sobre el símbolo del pez en la historia. Por la mañana había escrito: "Est homo totus medius piscis ab imo". Ese mismo día en el almuerzo sirven pescado. Durante la comida alguien recuerda accidentalmente la costumbre del "pez de abril". Por la tarde una paciente a quien había tratado meses atrás, acudió a verlo para mostrarle algunos cuadros de peces que había pintado durante ese lapso. Por la noche se le mostró un bordado que representaba monstruos marinos pisciformes. Al día siguiente, 2 de abril, a primera hora de la mañana, otra ex paciente, a quien no había visto en muchos años, acudió a Jung para relatarle un sueño en el cual, estando a orillas de un lago, vio a un pez grande que se acercaba nadando en su dirección para detenerse a sus pies. Jung afirma que sólo una persona de las mencionadas sabía en lo que estaba trabajando.
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