Me gustaría no tener que escribir más del PP: de la orgullosa mediocridad de su ex-jefe, de la infinita sosería de su presidente, del tartamudeo reciente de Cospedal, de su profuso y confuso portavoz, de las intervenciones ocasionales e inoportunas de sus segundos, de su mediocridad que multiplica la del país entero. Me gustaría no tener que escribir más de esa mediocridad en que España está sumida. Ni del mareante camino de las elecciones, encabezado por una justicia vacilante y equívoca. No es que los representantes del PSOE sean mucho mejores ni siquiera tolerablemente más honrados, pero comparados con sus oponentes, parecen enviados celestiales. El PP es un partido ni siquiera por la mitad sino en cinco o seis trozos, que no representa ni a sí mismo. No extraña que su ex-gente forme grupos distintos y aún opuestos, con más o menos claridad. Ni sólo Cascos y sus émulos, ni por las mismas razones ideológicas o económicas. Me importa un rábano lo que digan las encuestas. Me temo que las próximas elecciones, bastante nauseabundas por diversas razones, las gane quien las gane, harán perder a España.
De "El Mundo" Martes 26 de abril de 2011
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