La lapicera, la otra historia y los delirios de una musa
MIÉRCOLES 21 DE SEPTIEMBRE DE 2011
Hoy quiero reconocer tres sinceras palabras que corretean en publicaciones diarias. Son tres elementos con corazón, cada una con pluma propia; tres y no más –ni tampoco menos. Partidas desde distintos puntos de península: una en la capital, otro en la tierra de las brujas, y otra en nuestra capital, que es Barcelona, siempre gris y brillante precisamente por ello, por ella, por sus delirios.
En la lapicera hay de todo excepto borrador. Plumines afilados comparten alfombra con lápices de colores innominables, certeros, antiguos, modernos... Acoge una miscelánea que deambula entre lo críptico y lo místico. Los artículos aparecen y desaparecen como sombras y metales dúctiles, con una ordenación digna de la más pura alquimia. Porque La lapicera no nace en Madrid, sino en Mesopotamia, en Persia, en la Antigua Grecia, en el Imperio Islámico. Tan bien se describe la procedencia de los Tiovivo como fluyen sencillos versos sobre John Dee. En La lapicera el tránsito debe de ser insoportable, cual calle de capital, cual iglesia de mezquita de centro de reunión taoísta. Doblan las campanas y se palpan el detalle y el esmero con que se publica lo recientemente publicado. Reitero: que todo tenga cabida excepto la goma de borrar.
A otra historia.
La otra historia no es otra historia más. Es, únicamente, la historia narrada desde una perspectiva científica, pragmática y –contradiciendo lo escrito- muy pasional. Entre curiosidades y teorías -porque no son principios ni preceptos, en la historia de eso no hay-, se cava arqueológicamente el pasado remoto de la humanidad. Walter Benjamin lo dijo: para entender la historia hay que hurgar en ella, con las manos, con los pies, retirar la arena y las aguas fecales que los siglos –o sin más el tiempo- tanto han llegado a embrutecerla. Del porqué se aplaude a las últimas noticias sobre descubrimientos arqueológicos: termas, palacios, inmensidades. Se abastece de una narrativa clara y concisa, que no torea porque –y de ello estoy seguro- no le gustan los toros y porque no se trata de torear la historia, sino de acariciarla, examinarla y luego darle una fortísima patada en sus partes por lo meretriz que ha sido. Anibal Barca y el joven Escipión libran nuevas púnicas en un blog que, al menos, debe ser leído siete veces por semana.
Y de Galicia a la Galicia mediterránea; al espíritu oscuro de una belleza terrible. Delirios, confesiones… érase, en definitiva, una vez una musa. Artículos recurrentes, de ágil prosa, de inmensa claridad, de dirección sin complejo; sobre el cuidado facial, sobre la tez blanca, bruna o purpúrea. Posee esa excelencia de los cosméticos y de los desayunos con diamantes. En él se declama sobre la belleza y, desde luego, sobre las lenguas prohibidas. “Ya no se soy mujer o soy una mierda” es un artículo atrevido, un artículo intelectual cuya exposición sobre el enmascarado acoso al género femenino del siglo de hoy se alza explícitamente, sin complejos, resolviendo con nota una problemática más que preocupante. Una musa no es nadie –excepto ella- es un lugar donde las cabelleras se enredan con la protesta: Nietzsche se cuida el bigote.
Solo una pelirroja de talento infinito puede describir la tonalidad de un rostro, el consumismo comercial y el exceso de artificio en la crítica miserable.
Tres blogs, pues, que quería destacar y reconocer; los tres que, cual periódicos, leo diariamente.
Sinceramente, M. Verlén.
LA OTRA HISTORIA Marc nos deja sin palabras, mientras susurra el sonido de su verdad. Nos deja sin aliento porque sus palabras nos quitan el aire contaminado, de otros vientos... Nos sumerge en las aguas de las letras, porque él es simplemente un libro abierto. Mil gracias por tus palabras y enhorabuena también a ti José Luis -por lo que te toca- que es mucho, y para la enigmática musa de Barcelona.
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